Toda
esa operación manipulativa de pastores y feligreses fundamentalistas ---
arquetipos de la ignorancia --- sirve al proposito de proteger con sus votos a
los mercaderes. Mientras Fortuño
engatuza a los inocentes del fundamentalismo --- los creyentes de buena fe ---,
protege y se lucra de los mercaderes que se roban hasta los clavos del templo
del patrimonio público, mientras doña Luce simula adoración a las Escrituras,
mientras se hace más millonaria con las otras “escrituras”, las de los bancos que
se benefician de la legislación que Fortuño les aprueba.
¿Quiénes
son los “apóstoles” de la analogía evangélica, encargados de sanear el templo,
de virarle las mesas a los ladrones que se roban el bien común con contratos
simulados y espurios? ¿Jorge
Rashki? ¿El Heredia mentao? ¿Otoniel Font? ¿Wanda Rolex? Pero estos no son “apóstoles” de nada que no sea lo mismo
que fascina a Fortuño y sus mercaderes, el dinero. Son mercaderes ellos mismos, buscones que venden el
evangelio al mejor postor.
Representa
una realidad muy triste el hecho de que las iglesias protestantes serias ---
Luterana, Metodista, Episcopal, Presbiteriana, Discípulos de Cristo y otras, no
hayan levantado su voz para impugnar esta burda venta del evangelio en plan de
baratillo oportunista.
Parecería,
por la conducta de estos mercaderes eclesiásticos, que el Cristo original vivió
en vano, especialmente cuando hablaba de los pobres y los humildes, cuando si
resucitara otra vez encontraría que sus nuevos apóstoles pentecostales han
vendido su nombre y su mensaje por mucho más --- mucho, mucho más --- de
treinta monedas.
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