domingo, 15 de julio de 2012

Las Últimas Dos Burradas de Fortuño

Vamos a empezar hoy por el principio:  Luis Fortuño no estaba en el 2008 cualificado para la gobernación.  Un abogado técnicamente preparado para redactar o leer contratos para ganar dinero, o para evitar perderlo, sin amplitud cultural o intelectual para juzgar sobre problemas complejos de economía, de administración, de seguridad, de salud y de educación, en el momento de la verdad en que los intereses del pueblo exigen destrezas y competencias que él no tiene, ha actuado de manera predecible:  la improvisación, la publicidad, la mentira.  Y a veces no sólo la mentira, ni la equivocación de buena fe, sino llana y simplemente la burrada.

Hay que distinguir entre el error, la mentira, y la brutalidad.  El error de buena fe es humano, y corregible cuando ha ocurrido de buena fe.  La brutalidad es deficiencia intelectual --- el tarado, como el loco, no es imputable o responsable frente al derecho.  Es que la persona no da para más.

Cuando llegamos a la burrada, sin embargo, pisamos un territorio mucho más explicable:  sencillamente el burro pretende saber y no sabe.  Eso en el mejor de los casos, cuando la burrada es honesta.  Pero cuando la burrada está calculada para confundir, para beneficio del burro, de tal manera que de todas maneras, en el asunto de que se trate el burro se beneficia, entonces estamos frente a la maldad que utiliza el lenguaje maliciosamente para engañar, para beneficiarse de lo que en la lógica, en la moral y en lo intelectual es una estafa, una burrada calculada, y la verdad, y los que la conocemos, a las pailas, con tal que el burro se coma la yerba.

La semana pasada Luis Fortuño, acorralado por su propia mendacidad, acuñó dos burradas sin precedentes en la historia de Puerto Rico, sobre asuntos en que él tiene la responsabilidad de saber y no sabe, o se hace para hacer demagogia partidista y electorera, degradando la “gravitas” y la “dignitas” del gobernante como dejaron dicho los romanos de los tiempos de la república.

La primera burrada consistió en decir, frente a su fracaso de tres años y medio, que la explicación es que él no cree en el gobierno.  Que sólo cree en los individuos, aislados, uno a uno, solitarios, simples objetos de propaganda de “valores” ¿los de Fortuño y doña Luce?... ¿los de Marcos Rodríguez “a patadas”?... ¿los de la señora Gaffer de “hijos de p… y supositorios”?... ¿los de Heredia, Wanda Rolex y Otoniel Font?  Porque si no creía en el gobierno como el principal instrumento del pueblo para asegurarse su justicia, ¿por qué busco tan frenéticamente la gobernación?  Yo tomo esa burrada del gobernador como una renuncia de facto.  Se declara a sí mismo incompetente para responderle al pueblo de Puerto Rico sobre lo que tanto le prometió.

Vamos a la segunda burrada, porque esta va al tuétano de lo que es un gobierno de leyes, y de igual aplicación de las leyes, como mandan las dos constituciones que nos gobiernan.

Se trata de su reacción al escándalo en una corte donde dos fiscales pidieron una sentencia de asesinato en primer grado frente a un asesino manifiesto, así certificado por un jurado, pero los dos fiscales, por incompetencia o qué sé yo qué influencia externa al tribunal, no incluyeron la denuncia esencial --- sine que non --- de premeditación.  La juez rebaja el delito, sin otra alternativa en derecho, y el caso explota en la opinión pública como un petardo en el altar.  La pulcritud judicial y toda la profesión legal responsable respalda a la juez, asumiendo que no mediaran circunstancias externas en su adjudicación.

El asunto compete al Tribunal Supremo, con respecto a la juez, compete al desacreditado Secretario de Justicia, por la conducta de sus fiscales, incompetentes si no algo peor.

A quien único no compete este caso es al gobernador, que no lleva velas en ese desgraciado entierro --- entierro de la justicia.  Porque nos rige una constitución que se organiza mediante una separación de poderes.  La intromisión --- la burrada del gobernador --- en un veredicto judicial, corríjase o no, es sobrada, impertinente, politiquera.

Hombre a la defensiva en asuntos de seguridad, criminalidad y justicia, se aprovecha Fortuño para decirle a los jueces que decidan los casos “con flexibilidad”, que no tienen que regirse por las reglas cuidadosamente definidas, por siglos, desde la Magna Carta de 1200 en Inglaterra, para asegurar a todas las partes justicia y transparencia, predecibilidad en la conducción de los procesos judiciales.  Lo que la burrada de Fortuño le dice a los jueces es sencillo:  decidan lo que les parezca siempre y cuando me beneficien políticamente, a tres meses y medio de las elecciones.  ¡Pido excusas a los burros!

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