Hay que
distinguir entre el error, la mentira, y la brutalidad. El error de buena fe es humano, y
corregible cuando ha ocurrido de buena fe. La brutalidad es deficiencia intelectual --- el tarado, como
el loco, no es imputable o responsable frente al derecho. Es que la persona no da para más.
Cuando
llegamos a la burrada, sin embargo, pisamos un territorio mucho más
explicable: sencillamente el burro
pretende saber y no sabe. Eso en
el mejor de los casos, cuando la burrada es honesta. Pero cuando la burrada está calculada para confundir, para
beneficio del burro, de tal manera que de todas maneras, en el asunto de que se
trate el burro se beneficia, entonces estamos frente a la maldad que utiliza el
lenguaje maliciosamente para engañar, para beneficiarse de lo que en la lógica, en la moral y en lo intelectual es
una estafa, una burrada calculada, y la verdad, y los que la conocemos, a las
pailas, con tal que el burro se coma la yerba.
La
semana pasada Luis Fortuño, acorralado por su propia mendacidad, acuñó dos
burradas sin precedentes en la historia de Puerto Rico, sobre asuntos en que él
tiene la responsabilidad de saber y no sabe, o se hace para hacer demagogia
partidista y electorera, degradando la “gravitas” y la “dignitas” del
gobernante como dejaron dicho los romanos de los tiempos de la república.
La
primera burrada consistió en decir, frente a su fracaso de tres años y medio,
que la explicación es que él no cree en el gobierno. Que sólo cree en los individuos, aislados, uno a uno, solitarios,
simples objetos de propaganda de “valores” ¿los de Fortuño y doña Luce?... ¿los de Marcos Rodríguez “a
patadas”?... ¿los de la señora Gaffer
de “hijos de p… y supositorios”?... ¿los de Heredia, Wanda Rolex y Otoniel
Font? Porque si no creía en el
gobierno como el principal instrumento del pueblo para asegurarse su justicia,
¿por qué busco tan frenéticamente la gobernación? Yo tomo esa burrada del gobernador como una renuncia de
facto. Se declara a sí mismo
incompetente para responderle al pueblo de Puerto Rico sobre lo que tanto le prometió.
Vamos a
la segunda burrada, porque esta va al tuétano de lo que es un gobierno de
leyes, y de igual aplicación de las leyes, como mandan las dos constituciones
que nos gobiernan.
Se
trata de su reacción al escándalo en una corte donde dos fiscales pidieron una
sentencia de asesinato en primer grado frente a un asesino manifiesto, así
certificado por un jurado, pero los dos fiscales, por incompetencia o qué sé yo
qué influencia externa al tribunal, no incluyeron la denuncia esencial --- sine
que non --- de premeditación. La
juez rebaja el delito, sin otra alternativa en derecho, y el caso explota en la
opinión pública como un petardo en el altar. La pulcritud judicial y toda la profesión legal responsable
respalda a la juez, asumiendo que no mediaran circunstancias externas en su
adjudicación.
El
asunto compete al Tribunal Supremo, con respecto a la juez, compete al
desacreditado Secretario de Justicia, por la conducta de sus fiscales,
incompetentes si no algo peor.
A quien
único no compete este caso es al gobernador, que no lleva velas en ese
desgraciado entierro --- entierro de la justicia. Porque nos rige una constitución que se organiza mediante
una separación de poderes. La
intromisión --- la burrada del gobernador --- en un veredicto judicial, corríjase
o no, es sobrada, impertinente, politiquera.
Hombre
a la defensiva en asuntos de seguridad, criminalidad y justicia, se aprovecha
Fortuño para decirle a los jueces que decidan los casos “con flexibilidad”, que
no tienen que regirse por las reglas cuidadosamente definidas, por siglos,
desde la Magna Carta de 1200 en Inglaterra, para asegurar a todas las partes
justicia y transparencia, predecibilidad en la conducción de los procesos judiciales. Lo que la burrada de Fortuño le dice a
los jueces es sencillo: decidan lo
que les parezca siempre y cuando me beneficien políticamente, a tres meses y
medio de las elecciones. ¡Pido
excusas a los burros!
Cuando sea grande, quiero ser como usted....
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