Fortuño
propone una paz civil basada en la macana, la pistola oficial de la policía, más
o menos “a patadas”, como ha propuesto su Secretario de la Gobernación y hoy
Director de campaña, Marcos Rodríguez Pujada. Primero creyó conjurar la violencia entregándole la Policía
al bravucón de Figueroa Sancha.
Fracasado este, se la entregó al militar Emilio Díaz Colón, que nunca
supo qué hacer ni dónde estaba.
Finalmente, se la ha entregado a otro bravucón federal, Héctor Pesquera,
que no sabe bien si va o viene. Lo
que sí se sabe es que es federal y ---¡Abracadabra! El sabrá.
Cuando
Fortuño habla de la paz civil me recuerda la paz de Trujillo, y la de Franco, y
la de Escipión el Africano en Cartago, y la de Escipión Emiliano en Numancia,
España. Se trata de la paz del
mollero, de la fuerza, de la violencia para combatir la violencia, a espaldas
de la naturaleza específica de la sociedad en que se vive y se gobierna. La ignorancia es mala consejera, y si
se acompaña con el poder se torna explosiva.
Cuando
Alejandro García Padilla habla de un programa de paz social se refiere a la
urdimbre toda de la formación humana en las familias, la comunidad, la escuela,
las instituciones cívicas que educan o mal educan. Se refiere a las condiciones materiales que sustentan
conductas alternativas, que pueden reforzarse o debilitarse con la acción y el
estímulo material y moral del gobierno concebido como servidor del Bien Común y
no como una oficina de contratos que delega la responsabilidad pública y
distribuyen el tesoro público entre amigotes y tarugos partidistas.
La paz
de Fortuño consiste en aplastar al adversario, al disidente, a los que, según
sus propias palabras, “no votaron por mí”.
Esa paz
desmocha la Carta de Derechos de nuestra Constitución, y de la Americana, ante
la cual Fortuño se persigna todas
las mañanas. Mientras él reparte
el patrimonio de todo el pueblo a sus amigotes, ¡que no se mueva nadie! Que no protesten, marchen o molesten a
sus cadres y legisladores, porque de lo contrario les aplica el nuevo Código
Penal que castiga todo eso que hasta hoy ha sido derecho asumido por nuestro
pueblo.
Como
colofón de esa paz, Fortuño ha coronado su “marcha a la locura” --- en la frase
de la insigne historiadora norteamericana Barbara Tuchman --- con la negación
de la fianza a acusados de ciertos delitos, que sus jueces y fiscales decidirán. Bajo fuego de toda la inteligencia jurídica
del País, Fortuño tiene el cuajo de declarar que la negación de la fianza ---
es decir, la cárcel inminente --- le conviene a los pobres, porque así no
incurren en gastos de fianza. La
burla y el deprecio al pobre se le cae de la boca, como la baba al imberbe.
¡Qué clase de gobernador tenemos que
tolerar hasta el 6 de noviembre!
Muy acertado su análisis; pero se equivocó en el nombre de Super de la Policía; es Hector Pesquera.. y no Carlos Pesquera.
ResponderEliminarGracias por su observación y corrección. Continuaremos martillando confiados en que la verdad penetre aunque sea sin sangre.
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